domingo, 29 de enero de 2017

Subrayados: «Un autorretrato en cartas», Anne Sexton

1.

Seamos primero poetas. Todo lo demás es prescindible.

2.

Las palabras me aburren. Creo que es por eso que soy una poeta. Intento esforzarme por hablar de las cosas que se quedan mudas en el interior. Mis poemas solo llegan cuando he perdido la capacidad de pronunciar una palabra. Para hablar, de cierta forma, de lo que no se puede hablar. Para encontrar un objetivo dentro del caos... ¿Decir qué? Un llanto ahogado en el vacío. 

3.

Lucha por el poema. Dedica toda tu energía. Impón disciplina a la locura. Puedes hacerlo. Yo lo hice. ¿Por qué no tú? Guárdate de lo fácil. Aspira a las estrellas o, al menos, retrocede y aspira a que al menos un poema llegue hasta ahí. Y luego otro.

4.

El suicidio es, después de todo, lo opuesto a un poema. 

martes, 24 de enero de 2017

Subrayados: «Diarios», F. Kafka

1. 

Escribo esto francamente desesperado por mi cuerpo y por el porvenir que me espera con este cuerpo.

2.

La luz eléctrica encendida, la casa silenciosa, la oscuridad exterior, los últimos instantes de vigilia, me dan el derecho de escribir; aunque sea escribir cosas miserables. Y utilizo apresuradamente ese derecho. Eso soy yo.

3.

Y aun en medio del ambiente familiar tuve una vislumbre de los espacios helados de nuestro mundo, que yo me vería obligado a calentar con un fuego que ante todo debía procurar.

4.

Siento ahora, y he sentido desde esta tarde un violento deseo de volcar toda mi angustia en el papel; escribirla en lo hondo del papel, así como surge de lo hondo de mí mismo; o escribirla de manera que me sea posible trasladar todo lo escrito dentro de mí. No es un deseo artístico.

5.

Sólo así puede escribirse, sólo con esta coherencia, con esta apertura total del cuerpo y del alma.

6.

El deseo constante de morir, y de seguir resistiendo; sólo eso es el amor.

7.

Un violento chaparrón. Oponte a la lluvia, deja que sus rayos férreos te atraviesen, deslízate en el agua, que quiere arrastrarte; pero no, quédate, espera erguido el repentino, el infinito torrente del sol.

8.

Pero a pesar de todo escribiré, pase lo que pase; es mi lucha en defensa propia.

9.

Por desgracia no es la muerte, sino el tormento eterno de morir.

10.

Entonces, ábrete. Que surja el ser humano. Respira el aire y el silencio.

11.

Lo doloroso de la herida es su vejez, más que su profundidad y su proliferación. Que siempre vuelvan a producirme la misma hendidura, que vuelvan a someter al tratamiento esa herida infinitas veces operada, eso es lo que duele.

12.

Es muy fácil concebir que el esplendor de la vida está constantemente al acecho de todos, en toda su plenitud, pero velado, invisible, muy lejos. Pero allí está, nada hostil, nada desganado, nada sordo. Si se lo evoca con la palabra adecuada, con el nombre adecuado, acude. Esa es la esencia de la magia, que no crea, sino evoca.

13.

Decir que me abandonaste sería muy injusto, pero que me abandonaron, y a veces me abandonaron terriblemente, es cierto.

14.

Notable, misterioso, tal vez peligroso, tal vez redentor consuelo de escribir. 

sábado, 21 de enero de 2017

Subrayados: «Fragmentos de un discurso amoroso», R. Barthes

1. 

Se me dice: ese tipo de amor no es viable. Pero ¿cómo evaluar la viabilidad? ¿Por qué lo que es viable es un Bien? ¿Por qué durar es mejor que arder?

2.

El discurso amoroso, por lo general, es una envoltura lisa que se ciñe a la Imagen, un guante muy suave en torno del ser amado. Es un discurso devoto, bienpensante. Cuando la Imagen se altera, la envoltura de devoción se rasga; una conmoción trastoca mi propio lenguaje.

3.

Ahora bien, no hay ausencia más que del otro: es el otro quien parte, soy yo quien me quedo. El otro se encuentra en estado de perpetua partida, de viaje; es, por vocación, migratorio, huidizo; yo soy, yo que amo, por vocación inversa, sedentario, inmóvil, predispuesto, en espera, encogido en mi lugar, en sufrimiento, como un bulto en un rincón perdido en una estación.

4. 

El lenguaje nace de la ausencia. 

5.

El amor es mudo, dice Novalis; sólo la poesía lo hace hablar.

6.

A veces, en el instante de un relámpago, me despierto y revierto mi caída.

7.

Querer escribir el amor es afrontar el embrollo del lenguaje: esa región de enloquecimiento donde el lenguaje es a la vez demasiado y demasiado poco, excesivo (por la expansión ilimitada del yo, por la sumersión emotiva) y pobre (por los códigos sobre los que el amor lo doblega y lo aplana). 

8.

Saber que no se escribe para el otro, saber que esas cosas que voy a escribir no me harán jamás amar por quien amo, saber que la escritura no compensa nada, no sublima nada, que es precisamente ahí donde no estás: tal es el comienzo de la escritura.

9.

¿El punto más sensible de este duelo no es que me hace perder un lenguaje? ¿El lenguaje amoroso?

10.


Desvivirse, debatirse por un objeto impenetrable es religión pura. Hacer del otro un enigma insoluble del que depende mi vida es consagrarlo como dios; no llegaré nunca a resolver la cuestión que me plantea; el enamorado no es Edipo. No me queda, entonces, más que trastocar mi ignorancia en verdad. No es cierto que cuanto más se ama mejor se comprende; lo que la acción amorosa obtiene de mí es solamente esta sabiduría: que el otro no es para conocerlo; su opacidad no es en absoluto la pantalla de un secreto sino más bien una especie de evidencia, en la cual se anula el juego de la apariencia y del ser. Me sobreviene entonces esta exaltación de amar a fondo a alguien desconocido, y que lo seguirá siendo siempre: movimiento místico: accedo al conocimiento del no conocimiento.

jueves, 19 de enero de 2017

Poema Nro. 16 de «Los nombres del padre»

16

Un duelo perpetuo de
mujeres sin nombre,

lloran niños no nacidos,

con el agua roja,
y el sexo mutilado,

la palabra callada,
la carne de fuego,

la memoria robada,
y el espanto mudo

de llorar sin voz.

Somos un canto inconcluso.




Hubiese deseado un “ha muerto tu padre” con gestos discretos y ánimo mortuorio. El anuncio de mi orfandad. Sin embargo, fue un “se murió” tembloroso mientras me sacudía en la penumbra, en el intento de hacerme despertar. El anuncio de mi vigilia.


«Los nombres del padre»
2016, editorial Buenos Aires Poetry
María Magdalena

Poema Nro. 2 de «Los nombres del padre»

2

Estamos caminando en círculos, María.

Es domingo y despierto
arrasada, nada queda
de la ciudad desértica
donde me invocabas.

Conjuro los nombres,
el lugar donde me dejo
caer cuando no tengo de dónde
sostenerme.

Cómo desaparecer completamente.

Cortamos el último hilo
que nos unía como un mapa
extraviado, dos puntos invisibles
llamándose al encuentro.

Se dicen las palabras del amor y nunca
las del final.

El final es siempre

silencioso.

«Los nombres del padre»
2016, editorial Buenos Aires Poetry
María Magdalena